sábado, 28 de enero de 2012

PORQUE NO SOLO DE ESPEJITOS MÁGICOS VIVE EL HOMBRE, NI LA MUJER



Al pasar una página, apareció La dama de Shalott y desde entonces, pienso en ella. La veo, como en la pintura, en su barca, con sus lánguidas ojeras y escucho su dulce voz cantándole/contándole al mundo sus visiones.

Esta pintura de John William Waterhouse, la realizó en 1888 inspirada en un fragmento del poema de Tennyson que acompaña más abajo.
Hace días que hilo en la memoria un recorrido para poder tejer nuestro encuentro en el papel, esperando el espacio necesario en mi cabeza para sentarme frente a ella.

Pensaba en Elaine, Lady of Shalott, como una mujer de tantas que emprende el camino hacia su liberación personal, una toma de conciencia de que la vida no puede verse a través de un espejo, que, a pesar de ser un personaje del ciclo artúrico, la historia de Elena, encerrada en una torre en la isla de Shalott, muy cerca de Camelot, está muy presente en la actualidad.
Pensaba en todas nosotras, de mente moderna y corazón patriarcal, amedrentado y culpabilizador. Reflexionaba en la bondad, en la abnegación y en el poder de luchar por los sueños.
Sin embargo, ahora que me he sentado frente a ella, desfilan ante mí otras sensaciones. Romper la maldición de no poder ver el mundo a través de sus propios ojos fue su maldición en sí, se enamoró de Lancelot, a quién veía a través del espejo y emprendió el camino hacia la liberación…¿seguro?. No me gustan estos finales de bellezas encerradas en torres que se enamoran y se liberan para morir ahogadas en su propia pena. Quizás sea que los espejitos mágicos que tenemos no reflejan la realidad. Virginia Wolf decía que las mujeres hemos tenido el cometido de reflejar la imagen del hombre dos veces mayor de su tamaño real.

Hace tiempo que descubrí que de vez en cuando se me quedaban los zapatos pequeños, que ya no me servían y que tenía que encontrar otros para caminar más a gusto con la vida. Hoy me de he dado cuenta de que necesitamos, necesito, además, espejos nuevos. Espejos para mirarme a mí misma, espejos que nos reflejen a nosotras.
Necesitamos mirarnos para que desaparezcan las torres, los muros, las maldiciones, los espejismos, necesitamos espejos nuevos, sueños propios que caminen río abajo, buscando saltar las piedrecitas con inteligencia y canciones.
Me hubiera gustado ver salir a Lady Shalott en su barco con ímpetu por ver el mundo, con un pellizco en el estómago por miedo y arrepentimiento, pero río abajo, como si ella misma, llevada por todos esos sentimientos, fuera quien caminase por las aguas.
Seguramente hubiese ocurrido algo que la hiciera despojarse de los miedos y abandonar su torre. Pero no Lancelot. No una maldición. No el reflejo del mundo que está fuera, lejos de nuestro alcance. No sé si algún día también llegaremos a descubrir que el amor que nos salva es el que nos tengamos a nosotras mismas. Que el camino hacia los sueños se recorre en una torre, tejiendo día a día y se vive en una barca, que los espejitos mágicos, los Lancelot, las tierras prometidas de Camelot, están bien para tirarse de la torre, pero que la vida, más allá de ello, depende de la mejor guía: nosotras mismas.





Fragmento Poema de Tennyson

Y en la oscura extensión río abajo


-como un audaz vidente en trance,

contemplando su infortunio-

con turbado semblante

miró hacia Camelot.


Y al final del día

la amarra soltó, dejándose llevar;

la corriente lejos arrastró

a la Dama de Shalott.


Yaciendo, vestida con níveas telas

ondeando sueltas a los lados

-cayendo sobre ella las ligeras hojas-

a través de los susurros nocturnos

navegó río abajo hacia Camelot;

y yendo su proa a la deriva

entre campos y colinas de sauces,

oyeron cantar su última canción

a la Dama de Shalott.


Escucharon una tuna lastimera, implorante,

tanto en alta voz como en voz baja,

hasta que su sangre se fue helando lentamente

y sus ojos se oscurecieron por completo,

vueltos hacia las torres de Camelot.

Y es que antes de que fuera llevada por la corriente

hacia la primera casa junto a la orilla,

murió cantando su canción

La Dama de Shalott".




jueves, 12 de enero de 2012

ME GUSTA NO HACER LO QUE NO HACEMOS: FAROLILLOS, EL TIEMPO FUTURO Y YO.


Ya ha llegado el tiempo futuro, ya estamos en el año que viene, sentada frente al calendario de 2012, hoy. Todo llega a mí para hablarme de lo que aún tengo pendiente por hacer… como novedad me está resultando estupendo contemplar en mi lista el hermoso camino por estrenar, por descubrir, tantas cosas interesantes por disfrutar!. Así podré cargar mi farolillo de auténticos deseos y propósitos, verlo volar, soñar con el tiempo futuro y saber que me gusta que no hagamos las cosas que no hacemos…



LAS COSAS QUE NO HACEMOS

Me gusta que no hagamos las cosas que no hacemos. Me gustan nuestros planes al despertar, cuando el día se sube a la cama como un gato de luz, y que no realizamos porque nos levantamos tarde por haberlos imaginado tanto. Me gusta la cosquilla que insinúan en nuestros músculos los ejercicios que enumeramos sin practicar, los gimnasios a los que nunca vamos, los hábitos saludables que invocamos como si, deseándolos, su resplandor nos alcanzase. Me gustan las guías de viaje que hojeas con esa atención que tanto te admiro, y cuyos monumentos, calles y museos no llegamos a pisar, fascinados frente a un café con leche. Me gustan los restaurantes a los que no acudimos, las luces de sus velas, el sabor por venir de sus platos. Me gusta cómo queda nuestra casa cuando la describimos con reformas, sus sorprendentes muebles, su ausencia de paredes, sus colores atrevidos. Me gustan las lenguas que quisiéramos hablar y soñamos con aprender el año próximo, mientras nos sonreímos bajo la ducha. Escucho de tus labios esos dulces idiomas hipotéticos, sus palabras me llenan de razones. Me gustan todos los propósitos, declarados o secretos, que incumplimos juntos. Eso es lo que prefiero de compartir la vida. La maravilla abierta en otra parte. Las cosas que no hacemos.

Andrés Neuman