jueves, 26 de abril de 2012

PARA QUE YO ME SIENTA DESTERRADA



                       Odalisca, Henri Matisse



Para que yo me sienta desterrada,


desterrada de mí debo sentirme,

y fuera de mi ser y aniquilada,

sin alma y sin amor de que servirme.


Pero me miro adentro, estoy intacta,

mi paisaje interior me pertenece,

ninguna de mis fuentes echo en falta.

Todo en mí se mantiene y reverdece.



Si nunca me he servido de lo externo,

de lo que quieran darme los extraños,

no va a ser a esta hora, en este infierno,

donde mis ojos vean desengaños.



Yo miro más allá, hacia un futuro,

hacia una meta a donde va mi vida.

Como sé lo que quiero, miro al mundo

y le dejo rodar con su mentira.



Concha Méndez



miércoles, 4 de abril de 2012

LO MEJOR DE TI



“Tus espinas son lo mejor de ti”

Marianne Moore.




Mis espinas son lo mejor de mí.

Me levantan erguida

y me zarandean constantemente.



Sólo pinchan hacia dentro y dejan crecer

flores hacia fuera.

En mis grietas encuentro los tesoros que anidan en los límites.

No me reconocería sin ellas, ni sería posible tanta belleza

sin haber sucumbido a las imperfecciones

que me desgarran por dentro.



Mis espinas recubren de férrea fortaleza

la fragilidad de mi centro.

No podría vivir sin ellas,

sin la serena armonía donde me reconozco

desvencijada y entera en perfecta unión.

TS

domingo, 1 de abril de 2012

SOY

Jeanne Modigliani, de Amadeo Modigliani


¿Quién soy yo? ¿Cómo soy? ¿Acaso no somos lo que los demás ven en nosotros, esa amalgama que arrastramos toda la vida sin saber nunca en qué consiste? Son los demás los que nos forman y nos conforman, los que sostienen nuestra imagen: con ellos vivimos y somos, y con ellos moriremos cuando mueran, o desapareceremos cuando su memoria se desvanezca o nos alcance su desprecio. Pero aún así, yo me niego a rendirme a la evidencia y quiero creer que sé quién soy y cómo soy.

Sé que soy pelirroja y mido un metro setenta, que tengo los ojos claros y la piel de lagartija, que jamás llevo anillos ni etiquetas, que me encantan los sombreros. Sé que me gusta beber y bailar y que mi expectación no tiene límites. Tampoco mi irritabilidad, tan intensa a veces como el temblor ante lo que amo. Sé defender una forma de vivir, de pensar y de ser pero no creo en los valores universales y eternos, ni en la moral natural, ni le veo el sentido a perder la vida por Dios, la patria o el deber u otras formas más modernas de dominar las conciencias. Pertenezco a la reserva de quienes sólo izarían banderas si estuvieran prohibidas, y sin embargo tengo la lágrima fácil y cualquier gesta intrascendente, cualquier estúpida heroicidad me hace llorar.


Me merecen respeto muy pocas personas, admiración bastantes y ternura la mayoría. Desprecio a los traidorzuelos, a los vanidosos, a los fatuos, a los dogmáticos. El mundo me desconcierta porque no sé qué puedo hacer por paliar tanta doblez y tanto dolor y porque cada vez queda menos espacio para la libertad. No me da miedo la oscuridad pero sí las multitudes. Detesto el acordeón y el doblaje; soy intransigente y vulnerable; me gustan el desierto y la selva, los canales y el mar, la lluvia y la sequía, el frío y el calor, la música de cámara, la ciudad, las sábanas de hilo, las moras negras y el arroz a banda.


Me emocionan más los árboles que los gatos. Anhelo igualmente la fiesta y el silencio. Me enternecen los susurros y me abruman los lamentos. Arrastro como todos mi pasado y sé que el día de mañana ya es hoy. No recuerdo haberme aburrido jamás quizá porque busco en el exceso la solución a las causas imposibles. Y sólo quisiera volver a los veinte años para andar día y noche en minifalda.

Rosa Regàs