¿Quién soy yo? ¿Cómo soy? ¿Acaso no somos lo que los demás ven en nosotros, esa amalgama que arrastramos toda la vida sin saber nunca en qué consiste? Son los demás los que nos forman y nos conforman, los que sostienen nuestra imagen: con ellos vivimos y somos, y con ellos moriremos cuando mueran, o desapareceremos cuando su memoria se desvanezca o nos alcance su desprecio. Pero aún así, yo me niego a rendirme a la evidencia y quiero creer que sé quién soy y cómo soy.
Sé que soy pelirroja y mido un metro setenta, que tengo los ojos claros y la piel de lagartija, que jamás llevo anillos ni etiquetas, que me encantan los sombreros. Sé que me gusta beber y bailar y que mi expectación no tiene límites. Tampoco mi irritabilidad, tan intensa a veces como el temblor ante lo que amo. Sé defender una forma de vivir, de pensar y de ser pero no creo en los valores universales y eternos, ni en la moral natural, ni le veo el sentido a perder la vida por Dios, la patria o el deber u otras formas más modernas de dominar las conciencias. Pertenezco a la reserva de quienes sólo izarían banderas si estuvieran prohibidas, y sin embargo tengo la lágrima fácil y cualquier gesta intrascendente, cualquier estúpida heroicidad me hace llorar.
Me merecen respeto muy pocas personas, admiración bastantes y ternura la mayoría. Desprecio a los traidorzuelos, a los vanidosos, a los fatuos, a los dogmáticos. El mundo me desconcierta porque no sé qué puedo hacer por paliar tanta doblez y tanto dolor y porque cada vez queda menos espacio para la libertad. No me da miedo la oscuridad pero sí las multitudes. Detesto el acordeón y el doblaje; soy intransigente y vulnerable; me gustan el desierto y la selva, los canales y el mar, la lluvia y la sequía, el frío y el calor, la música de cámara, la ciudad, las sábanas de hilo, las moras negras y el arroz a banda.
Me emocionan más los árboles que los gatos. Anhelo igualmente la fiesta y el silencio. Me enternecen los susurros y me abruman los lamentos. Arrastro como todos mi pasado y sé que el día de mañana ya es hoy. No recuerdo haberme aburrido jamás quizá porque busco en el exceso la solución a las causas imposibles. Y sólo quisiera volver a los veinte años para andar día y noche en minifalda.
Rosa Regàs
Qué maravilla. MT, cada día me recuerdas más a mi amiga Aurora. Ella tiene un cuadernillo, una especie de Moleskine, en la que va anotando todos los poemas, los textos, las frases, que le sorprenden y le gustan. Conozco a más personas que lo hacen, la diferencia fundamental es que sólo me apetece robar el de ella, porque lo abras por donde lo abras me encuentro allí, en cada texto, en cada verso, estoy como formando parte de ese universo, de una especie de goce compartido por el descubrimiento. Me pasa lo mismo contigo. Un día escribí una entrada sobre Aurora y algún otro tendré que contar esto mismo sobre lo que me ocurre cuando veo tus selecciones. Entonces, cuando pienso en ello, siempre me apena no tener más a mano la moleskine de Aurora o desayunar cada día con una nueva entrada tuya, o simplemente compartir más a menudo un trozo de tiempo.
ResponderEliminarBesos.
Que me has emocionado!!Gracias, gracias!!No creas, yo siempre pienso: "Este poema le va a encantar a Juan!!"...ojalá pudieras desayunar cada día con entrada nuevas! Y es un honor que me compares con Aurora, me habías hablado de ella y recuerdo el post(espero el mío con ilusión!). Este texto lo leo casi siempre en el primer día de mis talleres de creación literaria para introducir un ejercicio muy básico, pero que tiene mucha fuerza porque da confianza en uno/a misma como escritor/a.Si quieres te lo cuento otro día, que seguro que te gusta.Muchos besos!!
ResponderEliminarPues claro que quiero que me lo cuentes.
ResponderEliminarVayamos anotando las cosas pendientes.
Un beso.